lunes, 21 de octubre de 2024

Primera evidencia experimental de un enlace C-C de un solo electrón

 Diagrama, Esquemático

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En un enlace covalente, dos átomos comparten un par de electrones y así se forma la gran mayoría de los compuestos orgánicos. El concepto de compartir electrones en un enlace fue  introducido por Gilbert Newton Lewis hace más de un siglo, y en 1919, Irving Langmuir acuñó el término “enlace covalente”.

En 1931, Linus Pauling propuso la idea de un enlace covalente formado por un solo electrón compartido entre dos átomos, conocido como “enlace σ de un solo electrón”. Sin embargo, hasta ahora, no se había encontrado evidencia experimental de este tipo de enlaces.

Recientemente, científicos de la Universidad de Hokkaido, Japón, presentaron la primera evidencia experimental de un enlace σ de un solo electrón entre dos átomos de carbono. Para lograrlo, utilizaron una molécula derivada del hexafeniletano (HFE) la cual contiene dos unidades de espiro-dibenzocicloheptatrieno (DBCHT). La geometría de esta molécula produce un enlace sencillo C-C super elongado (1.8 Å), un factor clave para la formación de los enlaces de un solo electrón. La molécula se sometió a un proceso de oxidación con yodo para propiciar los enlaces σ de un solo electrón. 

Mediante difracción de rayos X y espectroscopia Raman, los investigadores caracterizaron el material  y encontraron una distancia de enlace de 2.92 Å entre los átomos de carbono. Dichos resultados fueron corroborados mediante simulaciones computacionales basadas en la teoría del funcional de la densidad (DFT), demostrando así la existencia inequívoca de enlaces σ de un solo electrón entre átomos de carbono, una propuesta de hace casi un siglo.

Se espera que este hallazgo allane el camino para un mayor desarrollo de diferentes áreas de la química, permitiendo una investigación más profunda del límite entre estados enlazados y no enlazados.

Mas información en:

Nature

martes, 8 de octubre de 2024

La nanotecnología desde la Prehistoria a la Edad Moderna

 


La nanotecnología, aunque hoy en día sea sinónimo de innovación y vanguardia, tiene raíces sorprendentemente antiguas. Si bien su desarrollo intensivo ha ocurrido en las últimas décadas, la manipulación empírica de la materia a escala nanométrica ha sido una práctica ancestral. 

En esta revisión histórica, investigadores de la India y Gran Bretaña exploran la evolución de los nanomateriales, y ofrecen una amplia panorámica del desarrollo de estos nanomateriales desde sus orígenes naturales hasta su síntesis deliberada. 

Profundizan en que civilizaciones antiguas, como la india, la china y la tibetana, empleaban métodos de trituración y molienda para obtener compuestos con propiedades únicas que se utilizaban en la preparación de medicamentos, anticipándose a lo que hoy conocemos como activación mecanoquímica.

La artesanía y el arte también ofrecen evidencias del uso ancestral de nanomateriales. La copa de Licurgo es una pieza romana de bronce y vidrio fabricada hace más de 1500 años. Cuando se ilumina desde atrás, el vidrio  presenta un tono rubí y al iluminarla de frente, es verde. Esto se debe a que el vidrio contiene dispersas nanopartículas de oro y plata de aproximadamente 70 nm. 

Asimismo, en los vitrales de iglesias y catedrales góticas, se utilizaron nanopartículas de óxidos metálicos para lograr colores del vidrio únicos. Los secretos nanométricos de este efecto seguramente no eran comprendidos por sus fabricantes; sin embargo, sí sabían muy bien las proporciones adecuadas de sales que se requerían poner en el vidrio fundido para obtener la amplia gama de intensos colores que hoy podemos apreciar en esos vitrales. 

En Mesoamérica, el azul maya, un color utilizado en los murales de la zona de donde toma el nombre, es un material nanoestructurado que consiste en el pigmento índigo disperso en nanoporos del mineral arcilloso palygorskita. Otro ejemplo de la Antigüedad es el acero que se producía en la zona de Damasco en Siria, y que estaba reforzado con nanotubos de carbono. Lo que demuestra que culturas antiguas empíricamente lograron propiedades extraordinarias a través de la manipulación de la materia a escala nanométrica.

Estos ejemplos muestran que la nanotecnología no es un fenómeno reciente, sino que ha existido a lo largo de la historia de la humanidad. La necesidad de crear materiales con mejores propiedades ha impulsado a las civilizaciones a explorar y dominar las técnicas para manipular la materia a nivel atómico y molecular. 

Esta revisión invita a reflexionar sobre cómo el conocimiento ancestral puede inspirar nuevas investigaciones y aplicaciones en el campo de la nanotecnología.


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